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domingo, 17 de enero de 2010

San Antón



(251-356). San Antonio es conocido con distintos apelativos: San Antonio de Egipto, pues allí nació, cerca de Menfis, el año 251; San Antonio del Desierto, pues al desierto se retiró para seguir a Cristo. San Antonio el Grande, por el inmenso influjo de su ascética, tanto por su caridad en atender al prójimo, como por su fortaleza frente a las tentaciones del demonio. San Antón… Pero el nombre que le distingue sobre todo es San Antonio abad. Abad significa "padre", y entre todos los abades, Antonio fue por antonomasia el abad, el padre de los monjes. San Pacomio había iniciado el movimiento de convertir a los solitarios anacoretas en cenobitas, agrupándolos en monasterios de vida común. San Antonio fue escogido por la Providencia para consolidar el cenobitismo.
Antonio es un caso ejemplar de tomar la Palabra de Dios como dirigida expresamente a cada uno de los oyentes. "Hoy se cumple esta palabra entre vosotros", había dicho Jesús. Así la cumplió San Antonio.
Sus padres le habían dejado una copiosa herencia y el encargo de cuidar de su hermana menor. Un día entró en la iglesia cuando el sacerdote leía: "ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres". Otro día oyó decir: "no os agobieis por el mañana". Y se comprometió a vivirlo sin dilación. Confió su hermana a un grupo de vírgenes que vivían los consejos evangélicos, y él dejó sus tierras a sus convecinos, vendió sus muebles, se despojó de todo, rompió las cadenas que le sujetaban y se marchó al desierto. El último medio siglo de su vida -vivió 105 años- residió en el monte Colzum, cerca del mar Rojo. Amante de la soledad, allí vivía en una pequeña laura, entre largos ayunos y oraciones, y haciendo esteras para no caer en la ociosidad. Así se defendía contra los violentos ataques del demonio, que no le dejaba un momento de reposo. Es el ambiguo valor del desierto, lugar propicio para el encuentro con Dios y para las tentaciones del maligno. Antonio es un magnífico ejemplo para vencer las tentaciones. Se le atribuían muchos mllagros, pero él los rehuía. A Dídimo el Ciego, le repite: "No debe dolerse de no tener ojos quien puede alegrarse de tener la luz de los santos, la luz del alma".
Es el Santo taumaturgo que no sólo es invocado en favor de los hombres, sino también de los animales, que aún son bendecidos el día de San Antonio en muchos sitios. Cargado de méritos, famoso por sus milagros y acompañado del cariño de las multitudes, subió al Cielo el Santo Abad el 17 de enero del año 356.